lunes, febrero 6

Perseidas

No se trata de alzar la mirada, ver bombillas colgando de una negra bóveda y suspirar. Es mucho más. Tuve que cambiar la forma de mirarlas, de apreciarlas y de concebirlas. Esa circunferencia pálida, testigo de crepúsculos impregnados en pasión, es mucho más que sólo eso. Las personas se asombran de su belleza. Yo la miro por su lado oculto, sus cráteres y superficie rocosa crea un alfabeto de braille totalmente desconocido por la humanidad. Estoy acostumbrando todo mi ser a ver las estrellas. Y no es verlas desde un balcón, inspirando el aire húmedo de la noche. Quiero ser parte de ellas, entre ellas, con ellas. Algo en mi interior decía que mirase hacia arriba en las noches más oscuras. Y lo hice, hasta que comprendí que era una llamada. Debo comprenderlas, familiarizarme con sus caprichosos patrones y las curiosas formas que construyen. No se trata de mirar un cielo estrellado, estudiarlo y situar las más importantes. Yo prefiero tumbarme en el césped, en un sitio siniestramente silencioso, y dejar acogerme por el manto etéreo. Memorizar mi campo de visión, cerrar los ojos, y perderme completamente. Salir fuera de mí, alcanzando cada vez más altura, traspasando las distintas capas de la atmósfera, hasta salir de nuestra casa. La Luna no es una simple roca flotante. Es preciosa, y es nuestra. Girar la mirada hacia la izquierda, y deslumbrarme por el lúcido Sol que nos mantiene vivos. Los demás planetas danzan a su alrededor armónicamente, como si fuese una especie de ritual de cortejo solar. Miles de satélites, planetas, cometas, estrellas, galaxias y universos están en nuestra mano. Sólo si la alargamos lo suficiente como para soñar con ellos. Por eso decía lo de, no se trata de alzar la mirada. Muchas veces he sentido que no encajo. Puede que aquí no. No me malentendáis, no quiero ir a una misión suicida a Marte. Pero un presentimiento se remueve en mi interior, gritando que debemos salir de aquí. Admirar la belleza de una obra que sólo en contadas veces hemos podido apreciar.


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Amor animi arbitrio samitur non ponitur.