Cala, la lluvia de abril,
aunque quede lejos y aún huela a sol en tu mirada.
La arena se desvanece entre mis manos, y el tiempo se suicida en los engranajes oxidados.
Esa fiebre que se apodera de mí, que me hace sentir euforia, aún sintiendo que nada es real y que todo es un engaño. Vivo en lo que hay tras mis párpados, en lo que surge en mi mente después de las 3 de la madrugada, preguntándome, cuestionándome, estrangulándome con incógnitas que nunca podré resolver. De mientras tanto, el reloj sigue sonando sin cesar, retumba dentro de mi cabeza, descolocándome de mi delirio nocturno. Porque a mis ojos pareces como el resto de mi vida, pero a los del futuro puede que solo una fracción de segundo. Robada, sin garantía de ser devuelta, febril, fugaz, efímera. Pero es tuya. Nuestra. Y que si alguien quiere impedirla, que pare la rotación de todos los planetas, soles y astros que hay en nuestro interior, haciéndonos vibrar y siendo infinitos.
Cala, la lluvia de abril,
hasta lo más profundo de mis huesos,
encontrándose con lo que siempre quise ocultar.
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Amor animi arbitrio samitur non ponitur.