viernes, febrero 21

Volaré (aunque sea a pedazos)


Ella era algo como, aquella luz que traía la claridad al mar y le daba ese tono turquesa ahogado. Ese color que definía sus ojos empañados en melancolía. A veces, podías atisbar una llama de esperanza en las cuencas, pero quedaba atrapado en el hielo inmortal de su iris. Confuso y demacrado, avanzaba en un camino indefinido con un corazón de piedra cómo guía. En su oscuridad, ella brillaba, y disipaba las tinieblas de las profundidades de su ser. Él, sin embargo, defendía su ego inquebrantable. No dejaba nadie entrar, no dejaba a nadie salir. Pero ella supo tallar en su corazón petrificado, un latido. Circonitas brotaban de los lacrimales, en busca de sus comisuras decaídas. Nunca había sentido algo cómo aquello. Que en mitad de aquel agujero negro, encontrara un clavo ardiente al que aferrarse. Ella, ingenua, continuaba prendiendo fuego a aquella gota de petróleo, consumiendo lo que quedaba de él, pero sin llegar a destruirlo. Consiguió entrar, pero él, no iba a dejarla ir. Creó un eclipse intencionado. Algo así como una simbiosis entre ambos; ella, ardía sin temer a su oscuridad, y él, apagaba aquello que podía dejar ciegos a ambos.


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Amor animi arbitrio samitur non ponitur.